Mi infancia en los faros por Juan Ángel Trillo (3ª parte)

Continuamos compartiendo los recuerdos de infancia de Juan Ángel Trillo, uno de los hijos de Juan Trillo, farero en algunos de los faros del levante español. Seguimos contando otras anédoctas que vivió durante las vacaciones tanto de Semana Santa como de Navidades.

Más recuerdos de la infancia

En 1966 ya vivíamos en Castellón y en el mes de agosto le tocó a mi padre suplir el Faro y Balizamiento del Puerto de Castellón. Como en Vinaroz, la vivienda de los técnicos no estaba en el faro sino en una casa dentro del puerto, ésta consistía en un pequeño edificio  de forma cuadrada de dos plantas, la superior era la vivienda del farero titular y en la inferior estaba la sala de máquinas y la vivienda del Suplente. Era una casa muy bonita, el recibidor estaba adornado con azulejos de tonos azules, las ventana eran grandes y las de la planta inferior quedaban cerca del nivel de la calle (tanto que se podía escapar uno fácilmente por ellas). Así que aunque residíamos relativamente cerca del faro, nos fuimos todos a vivir a aquella vivienda: mi padre, mi madre, mis dos hermanas y el marido de la mayor.

Los días en ese mes los dedicaba por las mañanas a acompañar a mi padre a revisar las balizas, a cuidar de mi hermana pequeña, a acompañar a mi madre a comprar y a leer. Siempre me ha gustado mucho leer, era un habitual de la biblioteca y era capaz de ir desde el Grao hasta Castellón en bicicleta para cambiar un libro. Me gustaba especialmente Enid Blyton y la serie de novelas “Los Cinco”, las novelas de Tarzán, sin despreciar a Emilio Salgari y desde luego tebeos.

Por la tarde hacíamos la siesta y después iba a pescar al muelle, con suerte irregular tirando a mala. Allí me ocurrió un incidente que aunque no fue nada, aún me pone los pelos de punta, mientras iba a poner el cebo en el anzuelo se me escapó de la mano y el viento lo hizo volar de forma que me entró en el ojo, por debajo del parpado. Por fortuna, no se me clavó y lo pude sacar con cuidado y mucha sangre fría, que no sé de donde saqué.

Aparte de eso, como no había televisión, jugábamos largas partidas de cartas  hasta la hora de cenar o íbamos a pasear por los alrededores. En el recibidor había una planta de jazmín y su aroma en los largos anocheceres de verano, son uno de mis mejores recuerdos.

Por cierto, que esa casita debió ser derribada, porque aunque trabajó en el Puerto de Castellón, no he podido situarla y ni los más viejos del lugar son capaces de decirme donde estaba. Aunque ahora que lo pienso ¡el más viejo del lugar soy yo!

Autor: Los faros del mundo

Egresado del primer máster de "Historia y Patrimonio Naval" de la Universidad de Murcia que pretende conseguir y difundir la mayor cantidad de información posible sobre el fascinante mundo de los faros.

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