Os presentamos la tercera entrega de Las Luces del Largo, una serie de “reseñas” realizadas por Edgar Max, dibujante y creador de Bill el Largo (de ahí el título). Edgar ha escogido algunos de los muchos libros que ha leído sobre faros y los va a comentar desde una perspectiva muy singular.
3.- SEASHAKEN HOUSES
(Tom Nancollas)
Tened la biodramina cerca si se os ocurre comenzar este libro porque Tom Nancollas os llevará, cogidos del pescuezo, en un apasionante y personal viaje a algunos de los “faros de roca” más peligrosos y aislados de Inglaterra e Irlanda.
Lo de “apasionante” no va de balde, el tipo empieza fuerte: en las primeras páginas nos narra la destrucción del primer faro de Eddystone en la Gran Tormenta de 1703 y lo hace de tal forma que, aunque conozcas la historia al dedillo -una de esas que raya la leyenda por su grandiosidad y dramatismo-, no puedes evitar quedarte boquiabierto y apretujarte en la poltrona, agradecido de no estar faenando ahí fuera en esta noche invernal. Ya sabéis, es esa clase de libro que pide chimenea y café con unas cuantas gotas de ron y que parece que se lee mejor si el viento sopla de lo lindo y las contraventanas se estremecen.
Y lo de “personal” tampoco se queda corto. La narración destila pasión, un elemento que jamás debería faltar en un libro de estas características. No creo que ni el más ferviente aficionado al tema lograse leer con deleite 225 páginas que se limitasen a detallar las características técnicas y la historia constructiva de un puñado de edificios que jamás podrás visitar. Lejos de ser la perorata de un experto, el autor nos lleva de la mano en un viaje de descubrimiento que nos hace sentir que estamos aprendiendo juntos. Consigue contagiar al lector desde el comienzo, al menos en mi caso, como si un colega entusiasta insistiese en compartir contigo lo que más le gusta en el mundo y, además de contártelo en un bar, te llevase de viaje con él en barco y helicóptero a algunos de los más recónditos y maravillosos lugares del archipiélago británico. A lo largo del viaje hay Guinness y Whisky, burdeles decimonónicos, exorcismos, historia del IRA y, claro, faros. Todo un lujo.
Los “faros de roca”, por cierto, son aquellos que se alzan en un escollo en pleno mar para alertar de peligrosas rocas sumergidas. Hasta su construcción, los nombres de algunos de esos afilados bajíos eran mencionados con pavor por los marineros y temidos incluso por capitanes de mares lejanos; no en vano algunos de los más afamados han reclamado miles de vidas humanas a lo largo de centurias de navegación. La historia de los faros que pusieron fin a ese terror, las anécdotas personales del autor y las de las gentes que encuentra a su paso, -a través de la prosa fluida de Tom-, hacen que la lectura del libro sea un placer sencillo y gratificante. Consigue transmitir toda la extrañeza y la magia de esas “casas batidas por el mar”, esos edificios construidos, aparentemente, sobre las aguas y que son aún testimonio de la testarudez del hombre y su empeño en domar los océanos.
Quizá el mejor elogio que se pueda hacer del libro es decir que, tras cerrarlo, sientes que se ha creado en tu interior la necesidad de abandonar tu poltrona y realizar el viaje por ti mismo. Tras tomar suficientes tragos de ron, eso sí. O pastillas de biodramina.
Os presentamos una entrada diferente a todas las que hemos publicado hasta la fecha. Es una amalgama de faros y metales convertidos en auténticas obras de arte tras pasar por la mente de Ana y posteriormente por sus manos. El resultado de tanta creatividad son unas joyas majestuosas.
Desde pequeña voy a veranear a Cabo de Palos; yo soy de Valladolid. No sé si fue por eso, quizás al estar tan alejada del mar, cuando llegaba a él todo me fascinaba y me parecía exótico, mágico y salvaje… realmente todo lo que tiene que ver con el mar me sigue entusiasmando tanto como cuando era pequeña.
Viviendo los días allí con tanto calor, casi desnuda, descalza, todo el tiempo dentro del agua, viendo tanta vida dentro del mar, aprendiendo tanto ahí sumergida, se me pasaban las horas sin darme cuenta en contraste con mi ciudad… tan ciudad.
Sin duda, para mí, el mar es un paraíso. Además de todos los animales y las plantas que veía cuando buceaba, todas las noches había una referencia que veía desde la ventana de mi casa, una luz intermitente que brillaba por encima de todas las demás, la luz del faro de Cabo de Palos. Estaba lejos de donde yo vivo pero lo veía desde todos los sitios por donde me movía, de día y de noche. De pequeña subíamos al faro de excursión con mi familia. Y me contaron que era una escuela de fareros ¿podría existir un colegio mejor? No.
Cuando crecí pasaba las noches de verano con mis amigos, en la explanada de debajo del faro.
Y con el faro de Cabo de Palos fue con el que inicié este proyecto de joyería, en una época de crisis personal, buscando dentro de mí recuerdos que me hicieran feliz para salir de la situación en la que estaba. Lo primero que me vino al corazón fue el recuerdo del faro; pasé una noche entera modelando en cera; así surgió la primera medalla del faro de Cabo de Palos; la fundí en plata y después continué haciendo otro modelo pero desde otro punto de vista. A partir de ahí continúe con este proyecto que está inspirado en el mar y en sus habitantes.
Veo a los faros como un referente, una guía, una luz, el camino a seguir, la fortaleza, su constancia…son seres de otro mundo que contemplan el mar desde tierra firme, algunos desde tierras muy inhóspitas. Pocas cosas puedo encontrar más inspiradoras. Además del faro de Cabo de Palos, hice también el de Barbaria y he empezado el de Biarritz. Me gusta hacerlos en medallas o gemelos… en amuletos que puedes llevar contigo, me gusta que sean joyas, que es lo que son.
Todas estas joyas están a la venta y si las queréis adquirir podéis contactar con Ana a través de su Instagram IG: @almabyanajoyas
Tambien tiene una página web en la que se pueden contemplar todas sus creaciones. www.almabyana.com
Os mostramos un vídeo con una espectacular medalla del faro de Cabo de Palos.
Por último, agradecerle a Ana su colaboración desinteresada y comentaros que ante la enorme cantidad de joyas que tiene en su repertorio hemos decidido realizar otra entrada. En breve la compartiremos con vosotros.
Seguimos compartiendo los carteles del festival de la historieta «Viñetas desde O Atlántico». Un festival que empezó a celebrarse en la ciudad de A Coruña en 1998 y que se desarrolla en el mes de agosto.
La “Torre de Hércules”, símbolo de la ciudad, siempre ha estado presente en este evento puesto que todos los carteles anunciadores la tienen que incluir. En esta serie de entradas relacionadas con el festival vamos a hacer un repaso desde 1998 hasta la actualidad. Sin más dilación, damos paso a las imágenes de los carteles correspondientes a los años comprendidos entre el 2011 y el 2020.
De manera paralela se han hecho catálogos editados en rústica con ilustraciones e historias sobre el cómic. También os mostramos las portadas de esas publicaciones. Están realizadas con las imágenes de los carteles anunciadores del festival.
Os presentamos la segunda entrega de Las Luces del Largo, una serie de “reseñas” realizadas por Edgar Max, dibujante y creador de Bill el Largo (de ahí el título). Edgar ha escogido algunos de los muchos libros que ha leído sobre faros y los va a comentar desde una perspectiva muy singular.
2.- THE LIGHTHOUSE STEVENSONS
(Bella Bathurst)
Si amáis Escocia y los faros, éste es vuestro libro.
Ahí debería terminar la “reseña”, la verdad, pero voy a teclear algunas estomagantes impresiones más al amparo de la chimenea y la cerveza negra. En estas fechas podría haber elegido reseñar “Cuento de Navidad” de Dickens. Hay un párrafo en el que el fantasma de las Navidades del Presente se lleva volando a Mr. Scrooge para mostrarle cómo celebran las festividades en otras partes del globo y la primera parada es un faro aislado, construido en un escollo, que bien pudiera ser Eddystone o Bell Rock. La espectral pareja contempla cómo los dos fareros cantan devotos villancicos y brindan con grog en armoniosa hermandad. Es bonito. No lo he visto nunca en el cine, pero es una gran escena… El caso es que no voy a reseñar ese libro sino el de Bella Bathurst.
Os aviso que hay spoilers importantes a continuación: todos los personajes mueren, ninguno de los faros que construyen se derrumba, Escocia se une con Inglaterra. ¿Vamos?
Durante muchos años supe, de forma vaga, que los antepasados de R. L. Stevenson habían sido constructores de faros. Probablemente lo leí en algún sitio y desde entonces, simplemente, lo había asimilado como un detalle anecdótico que añadía un aura de romanticismo y aventura indomable a la figura ya mítica de Louis. Cuando visité Escocia y pude ver algunos de los faros que los Stephenson habían construido en las Shetland, casi doscientos años antes, entendí que todo ese salitre, esos paisajes desolados y esas gentes -todavía hoy pintorescas a mis ojos-, eran las que pululaban por muchas de las páginas del que fuera mi autor fetiche. Faros, mares salvajes, islas azotadas por el viento, whisky ahumado y legado vikingo se amalgamaron en mi cerebro en aquellos años forjando un imaginario que quise hacer propio. (De hecho, nombré a un personaje que me habría de acompañar largo tiempo en mis propias obras Bill “el Largo” en honor del Silver de Stevenson). Pero jamás profundicé en la auténtica aventura que fue la construcción de aquellos faros imposibles, como Muckle Flugga, hasta que no cayó en mis manos el libro de Bella Bathurst “The Lighthouse Stevensons” bastante tiempo después.
Lo abordé con la inexplicable aprensión que me generan siempre las biografías, pero bastaron las dos primeras frases para que la venciera completamente: “The ferryman has a hangover. I have a hangover”. Vaya, me dije, ¡este es mi tipo de autora! Y probablemente mi tipo de biografía. Los párrafos siguientes me demostraron que no me equivocaba y, en verdad, las doscientas sesenta páginas se leen en un suspiro (de salitre). Bella entreteje magistralmente la historia de la construcción de algunos de los más emblemáticos y espectaculares faros de Escocia con los dramas y las victorias de una dinastía de ingenieros que se empeñaron en domeñar las costas salvajes de su amado país en aras de forjar un mañana mejor para todos. La autora nos sumerge de lleno en una época crucial para Escocia, (“the Scottish Enlightenment”), que redefinió las características de un país desgarrado entre los convulsos avances del progreso y la revitalización romántica de su pasado. Gracias a ella aprendemos como en una buena clase de historia, -casi sin querer-, acerca de un tiempo en que la ingeniería era sinónimo de aventura, tenacidad y audacia y las ideas de “bien común” y “progreso” no se habían abaratado aún en los tenderetes de los mercachifles de la modernidad.
Página tras página asistimos a las labores titánicas del precursor de la saga familiar de constructores de faros, Robert Stevenson, que consiguió aunar sus deseos de ascenso social y mejora del bien común a base de construir luces en las tinieblas contra viento y marea -of course- y también contra los titubeos de una administración inoperante, los recelos de muchos lores y aún el desprecio de una población costera que se beneficiaba de los naufragios desde tiempo inmemorial. Bathurst nos muestra al hombre, al héroe y al patriarca férreo que dispuso el transcurso de las vidas de sus hijos como una más de sus obras sin perdonar la flaqueza o el error en su prole.
La información técnica que se nos proporciona es fácilmente asimilable y jamás tediosa, los apuntes personales siempre pertinentes -sin lugar a juicios de moral o conducta por parte de la narradora, que más bien parece ser la bisnieta de aquellas gentes narrando de forma nostálgica y admirativa su historia familiar-, y las lecciones de vida inolvidables. Más allá del asombro de los propios logros constructivos en circunstancias imposibles y de las anécdotas que merecerían bellísimas páginas de cómic para ilustrarlas, sobrecogen los detalles humanos, como conocer la vida de Alan Stevenson (tío de Louis), un tipo con una sensibilidad artística y una inteligencia agudísima que le llevaron a ser amigo y defensor de los grandes poetas de su época, -Coleridge incluido-, y que renunció a sus propias pretensiones literarias en aras de satisfacer las ilusiones y esperanzas de su, en ocasiones, tiránico padre. También, por supuesto, es sobrecogedora la ambivalencia que intuimos en Louis, el gran ausente del libro, -el nieto renegado-, al saber que el éxito de sus piratas y la sombra de sus aventuras ficticias habían oscurecido para siempre el trabajo de dos generaciones de héroes auténticos que habían vivido por y para las luces del Norte.
Algunos de los pasajes más emotivos del libro son remembranzas que la autora toma prestadas de los apuntes de Louis, cuando éste escribe sobre las impresiones que los viajes de reconocimiento al norte le generaban, o sobre el abuelo al que no llegó a conocer. A él, a Robert Stevenson, el gran pionero y líder de la familia, le dedica estas líneas imaginando las sensaciones que debieron asaltarle en su lecho de muerte: “But there was something else that would cut him to the quick: the loss of the cruise, the end of all his cruising; the knowledge that he looked his last on Sumburgh, and the wild crags of Skye, and the Sound of Mull with the praise of which is letters were so often occupied; that he was never again to hear the surf break in Clashcarnock; never again to see lighthouse after lighthouse (all younger than himself and the more part of his own device) open in the hour of the dusk their flowers of fire, or the topaz and the ruby interchange on the summit of the Bell Rock”.
Tan hermoso que casi se escucha el embate de las olas y el rascar de la plumilla en el papel…
Finalizada la lectura de esta obra, mi enfoque ha cambiado de tal forma que podría llegar a ver la vida de R. L. Stevenson como el detalle anecdótico, el epílogo exótico, de la verdadera aventura.
En resumen, que si amáis Escocia y los faros, este es vuestro libro.
Un buen regalo para el día de Navidad es el que nos traen desde LuzDosTres con un viejo conocido por todos vosotros. Nos referimos a Mario, farero de Mesa Roldán. Un vídeo espectacular con una historia o mejor dicho un cuento que… no, no os decimos más, tenéis que verlo y luego opináis.
LuzDosTres es una comercializadora eléctrica creada en el año 2021 por Grupo Dominion, compañía española que cotiza en bolsa con una amplia experiencia en el campo de la energía y la tecnología.
La Luz del faro: El cuento de Navidad
https://youtu.be/lcU_MGQo9ZI
Estas Navidades que no te cuenten cuentos ni para desearte unas Felices Fiestas. Sin montarse películas ni historias enrevesadas.
Estas Navidades seguimos inmersos en la pandemia, pero tenemos que ser optimistas y si pensamos en faros pues, nos alegramos. Un año más, desde este blog Los Faros del Mundo esperamos que paséis una “FELIZ NAVIDAD”.
Os deseamos a todos que paséis unas fiestas entrañables, acompañados de vuestros seres queridos y añorando a aquellos que no están entre nosotros o no pueden asistir. Son fiestas familiares, así que vamos a disfrutar al máximo de la familia porque la vida no sabes lo que te deparará en un futuro próximo.
Como siempre, os agradecemos a todos aquellos que nos leéis vuestro apoyo incondicional, ya que es lo que nos anima a seguir publicando todos los días. Estamos orgullosos de todos vosotros y especialmente del #TeamFaros, una comunidad creada para los amantes de los faros y en la que tiene cabida todo el que aporta algo.
Este año, nuestra felicitación vuelve a centrarse en el único faro del mundo que se llama “faro de Navidad”. Está precisamente en mi ciudad Cartagena, y es el gemelo del faro de la Curra.
Os mostramos el cartel que ha realizado un viejo amigo, no por edad, puesto que es coetáneo mío sino por los años que nos conocemos. José Manuel Puebla ha dibujado este cartel cargado de tanta simbología para el Ayuntamiento de Cartagena y la Autoridad Portuaria de Cartagena con motivo de la celebración de la Navidad en una ciudad tan marinera.
José Manuel Puebla ha ilustrado la Navidad del 2021 desde Cartagena con este cartel
Otra entrega con la recopilación de los entretenidos tutoriales de Pablo, creador y gestor de ExoCoordenadas, un canal de tecnología que trata sobre la orientación y la navegación. Como siempre, nos explica de forma clara sin ambages algunas de las características de los faros.
Si queréis ver todas las grabaciones realizadas por Pablo para su canal ExoCoordenadas podéis hacerlo en el siguiente enlace:
A continuación, os mostramos los últimos vídeos grabados por Pablo, en los que él mismo nos cuenta detalles del funcionamiento de los faros.
1. La radio en los faros ¡Una ayuda a la navegación imparable!
2. El radiofaro. La primera ayuda a la navegación por radio.
3. El RACON. Ayudas radioeléctricas en los faros modernos.
4. ¿Cómo evolucionó la luz de los faros?
Muchas gracias Pablo por tomarte tantas molestias en aclararnos todas estas particularidades de los faros. Os recordamos que podéis suscribiros al canal de ExoCoordenadas para estar informados sobre los nuevos vídeos que sube semanalmente a YouTube. Y no dudéis en compartirlos si os han gustado.
Un domingo más tenemos un nuevo relato de nuestro amigo Fran Sanabre. Se trata de una historia verídica. Así que, si queréis conocer lo que sucedió hace unos siglos, acompañadnos a Boon Island, un faro aislado en Maine.
Boon Island
No me parece el nombre más apropiado para el escenario de hechos tan macabros, donde el frío, el hambre y la locura, fueron los protagonistas. Hablo de Boon Island o isla Bendición. Y claro, su faro.
En 1682, el Increase naufragaba en este pequeño y yermo banco de arena, obligando a sus cuatro tripulantes a sobrevivir durante un mes a base de pescado y huevos de aves marinas. Fueron rescatados gracias a sus señales de humo, vistas desde la costa. La isla se encuentra a menos de seis millas de tierra firme y ver la salvación tan cerca y, a la vez tan lejos, no debió ser fácil, pero los marineros soportaron estoicamente hasta su rescate a manos de los indios del monte Agamenticus.
No tuvieron un comportamiento tan ejemplar los tripulantes del Nottingham Galley, encallado en el mismo lugar años más tarde, en 1710. Para sobrevivir al duro invierno se vieron obligados a comerse unos a otros.
Había que construir un faro. Un siglo después se levantaba orgulloso el más alto de todo Maine y Nueva Inglaterra, pero los problemas no cesaron. Los fareros duraban poco, abandonando aquella desolada isla para no volver. Sólo uno tuvo la entereza de permanecer en su puesto, William C. Williams, quien además lo hizo durante 27 años, muriendo anciano pasados los 90. Todo esto parece suficiente para declarar maldito este lugar, pero he guardado lo mejor para el final.
En mi trabajo de investigación he encontrado varias versiones de lo que voy a relatar, no siendo ninguna concluyente. Por ejemplo, el nombre de nuestros protagonistas no figura en el registro histórico del faro, así que serán omitidos. Hablo del farero muerto y su esposa enloquecida. En el siglo XIX, en medio de una tormenta durante un duro invierno, el cuidador de Boon Island Light ató una cuerda a su cintura para salir de la casa y atender el faro. La mujer, tras tirar con sacrificio de la cuerda para recuperar a su marido, sólo encontró el cadáver congelado del farero al otro extremo. Ahora es cuando la historia se vuelve todavía más macabra. Se acostó en la cama junto al cuerpo sin vida, alternando su peculiar velatorio con los trabajos de la torre, y así permaneció cinco días, cuidando la luz y durmiendo con un muerto. Al quinto día, unos pescadores divisaron el faro apagado y se acercaron a inspeccionar. Encontraron a la mujer en la cama junto a su esposo. Dicen que ella murió pocas semanas después debido al frío, pero que sigue empeñada en terminar el trabajo que el farero dejó a medias, encendiendo luces y sirenas, custodiando el faro. Así que, cuando pienses en el sacrificio de esos hombres, los guardianes de la luz, no te olvides de sus esposas. Ellas también los tienen bien puestos.
Volvemos a mostraros los dibujos de los faros de la aplicación Color by Number Oil Painting. Esta App mediante la cual se colorean imágenes se puede usar en los teléfonos móviles o dispositivos electrónicos. Existen trece categorías diferentes de imágenes y una de ellas incluye faros. La aplicación es compatible con los dos sistemas operativos: Android e iOS.
Os presentamos una nueva sección dentro de este blog. Se trata de Las Luces del Largo, una serie de “reseñas” realizadas por Edgar Max, dibujante y creador de Bill el Largo (de ahí el título). Edgar ha escogido algunos de los muchos libros que ha leído sobre faros y los va a comentar desde una perspectiva muy singular.
Faro de Ar-Men, Île de Sein.
1.- LES PHARES POP-UP
(Dominique Ehrhard/ Anne-Florence Lemasson)
Quizá no sea lo más acertado comenzar esta serie de “reseñas” de libros de faros con una obra que no he leído por aquello de que está en francés y mis conocimientos de la lengua de Voltaire no van mucho más allá de “Une bière, s’il vous plâit”, pero este libro hace saltar por los aires cualquier barrera idiomática a golpe de pop-up. Es esta una obra tridimensional que despliega sus encantos móviles en cuanto lo abres, transportándote no sólo a las costas más bravas del Atlántico en un recorrido por cinco de los faros más emblemáticos de Francia sino también a la lejana infancia.
¡Oh, venga! Ese tropo es más rancio que un bocata de escarolas -interrumpe uno.
Va de veras. Quizá no sea muy original, pero así es como lo siento -me defiendo.
Simplemente lo abres y el hechizo actúa, es instantáneo: vuelves a tener cinco años y tus ojos alucinados son los de un crío que flipa al ver cómo esos faros gigantes se alzan desde las páginas del libro. Hablo de hechizos y magia porque toda la paciencia y sabiduría que hay detrás de la artesanía de estos libros se me antoja cosa de alquimia. La que transforma, en este caso, el papel en agua, piedra y hasta viento ululante.
Tras una breve introducción histórica sobre lo que -intuyo- fueron los avatares de la construcción de estos monumentos en las costas francesas, se inicia el itinerario: comenzamos en Chassiron y nos adentramos en las salvajes costas bretonas visitando los faros de Les Poulains, Eckmühl, Ar-Men y Pierres-Noires. Por el pop-up de Les Poulains, en Belle-Île, casi esperas ver pasear a una diminuta pareja de jóvenes amantes, como si estuvieras presenciando un episodio de “El cuentacuentos”, aquella vieja serie de Jim Henson en la que la narración del protagonista cobraba vida en el tapiz del fondo o en las figuras pintadas en la jarra de cerveza… Pero la quietud de ese Nirvana que es Belle-Île dura poco y enseguida cobran vida las olas que azotan a los gigantes. Cada desplegable es más espectacular que el anterior, llevándose la palma los dos últimos, cuyo efectista modelaje representa el sueño húmedo de cualquier amante de los faros y la pesadilla más odiosa de cualquier farero. (No en vano, según la clasificación tradicional de los destinos de los fareros en “Infierno”, “Limbo” y “Paraíso” que se menciona en el texto -si no me equivoco-, los faros construidos en rocas a varias millas de la costa serían los destinos “infernales”). Ar-Men y Pierres Noires son dos de los más conocidos y peligrosos faros de la costa Atlántica y el modelare de los desplegables les hace justicia. Joder, si hasta escuchas el bramido de las olas.
Cada faro lleva consigo un mapa de la costa en que se encuentra ubicado y datos técnicos (fecha de construcción, altura, año de automatización, coordenadas…) para rematar la faena pedagógica. En mi caso, la nostalgia de revisitar de esta forma algunos de los faros emblemáticos de mi juventud fue lo que me hizo abalanzarme sobre este libro y desembolsar a tocateja los 25 pavos sin pensármelo. Pero creo que a cualquier amante de los faros o de los libros hermosos le puede interesar pasearse por sus páginas y disfrutar sus encantos. A fin de cuentas, es eso u 8 botellas de sidra… Y el libro no deja más resaca que la del mar de papel de sus entrañas.
¡Oh, venga! ¡Qué final más cursi! -apunta uno.
Lo cursi no quita lo valiente -me defiendo, pero en las tripas siento que algo de razón tiene.