Entrevista a Rafael-José Díaz, autor de «Bajo los párpados de quien se aleja»

Hemos compartido con vosotros el poema «El Confín» de Rafael-José Díaz y hoy os traemos la entrevista que le hemos realizado. Antes de dar paso a las preguntas os contaremos algo sobre él.

Rafael ha escrito diez libros de poesía, seis de narrativa, otros tantos diarios y dos ensayos. Ha sido incluido en varias antologías. Además, ha traducido numerosas obras. Ese dilatado bagaje le ha llevado a convertirse en un reputado escritor. Prueba de ello es que ha sido galardonado en dos ocasiones. La primera en 2002 con el Premio de Poesía Tomas Morales por Los parpados cautivos y la segunda en 2007 con el Premio de Poesía Pedro García Cabrera por su poemario Detrás de tu nombre.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es Presentacion-libro-Rafael.jpg

Puesto que nuestros seguidores son grandes amantes de los faros, las preguntas irán enfocadas hacia ese tema, así que nos gustaría saber:

¿Cómo surgió el pensamiento de escribir un poema sobre un faro? ¿Y por qué ese en concreto?

En realidad no hubo nunca la voluntad de escribir un poema sobre un faro. Digamos que el faro apareció en el poema. De hecho, son las luces del faro, su ondulación constante, casi obsesiva, las que se introducen, digamos, en el coche donde los amantes se han juntado en esa noche febril. “El confín” está situado en la Punta de Teno, en Tenerife, uno de los lugares más bellos de la isla. Por aquel tiempo –pues hace décadas que no he vuelto– el faro estaba en funcionamiento y, unido a los ladridos de los perros que se oyen en el poema, constituye una especie de correlato objetivo del desenfreno desencadenado en en el interior del vehículo: un correlato exterior, por decirlo así, de la pasión interior. Esa luz ansiosa, pertinaz: la luz que busca o es buscada a través del horizonte. Esos ladridos desesperados, como de perros perdidos entre la maleza de las laderas.

¿Tienes intención de escribir más poemas sobre faros?

La verdad es que no lo he pensado. En mi caso, como te decía antes, dejo que los lugares lleguen al poema. Vinculo siempre los espacios a experiencias personales. No me interesa apenas la descripción de un lugar que no está marcado sentimentalmente, por decirlo de un modo que quizá suena algo cursi. Me refiero a que escribo sobre lo que me ha marcado, o sobre lo que ha marcado a otros a los que conozco o incluso a los que he podido imaginar. Ahora que lo recuerdo, en mi libro Moradas del insomne hay un poema en el que creo que se habla del Faro de Arinaga, en el Sureste de la isla de Gran Canaria, o si no se habla de él al menos el recuerdo de aquel poema –compuesto por varios fragmentos en prosa– está vinculado a ese faro situado en lo alto de la montaña de Arinaga, un lugar extraño cerca del cual vivía yo por entonces. Se atravesaba el largo paseo marítimo, en el que uno podía asistir a múltiples e inesperadas experiencias, y se terminaba saliendo a terreno baldío que había que recorrer para llegar hasta lo alto de la montaña y encontrarse con el faro. Estoy convencido de que después de esta entrevista estaré mucho más atento a los faros y seguro que alguno se colará en un poema.

En estos tiempos tan difíciles para los escritores ¿te ha facilitado algo el hecho de haber recibido dos premios por tus creaciones?

Los premios representan poca cosa, la verdad. Apenas la oportunidad de publicar y un poco de dinero que se acaba enseguida. Los dos premios que he ganado –y ya hace mucho tiempo de eso– fueron premios de poesía locales, a nivel canario, y, aunque aquí tengan cierto prestigio, nadie los conoce fuera. Me he presentado a veces a premios nacionales, pero nunca he tenido suerte. No importa. Lo fundamental es el acto de la escritura. Se escribe porque se busca decir algo que no se sabe cómo decir. Es una especie de lucha de amor con las palabras. Unas veces ganamos y otras perdemos, pero ese roce, esa fricción, esa energía interpuesta es el verdadero premio para un escritor.

Imaginamos que al vivir en una isla has tenido la oportunidad de visitar algún faro ¿es así?

En Tenerife, donde vivo, hay faros muy hermosos de los que guardo un grato recuerdo. Te citaría especialmente dos: el Faro de Punta de Abona y el Faro de Anaga. El primero aparece en unos textos del diario de finales de los años 90. Di un paseo por aquella zona, un lugar salvaje del sur de la isla dominado por un faro bastante alto, un lugar ventoso en el que la vegetación está conformada sobre todo por arbustos resecos que cuando llueve un poco brillan de un verde inusitado. Era, si no recuerdo mal, un tiempo de soledad, uno de esos intersticios que han marcado mi vida, que, en cierto modo, la han alimentado, pues han constituido umbrales entre una época y otra, y como todo umbral, han servido para mirar atrás al tiempo que proyectaba la mirada hacia delante. El Faro de la Punta de Abona aparece en esos textos, me parece, como una incitación a seguir buscando, a no atascarse en un momento de abulia. ¿No es todo faro, en cierto modo, el símbolo de la luz que persiste en medio de la noche más honda? Bueno, y en cuanto al Faro de Anaga, que es bastante menos accesible, pues está cerca de Roque Bermejo, y para llegar hasta allí es necesario recorrer muchos kilómetros de senderos (o caminos de cabras, como decimos por aquí), lo visité en una época mucho más tardía, y aunque también fue un recorrido solitario, lo recuerdo con exaltación. Posiblemente en aquella época atravesaba uno de esos momentos que se recuerdan porque se está especialmente disponible para cualquier estímulo exterior. Yo no conocía el Faro de Anaga ni sabía que iba a encontrármelo en el camino. Es muy misterioso, pues es un faro pequeño, recóndito, que está abandonado y como arrinconado. El recuerdo de él –y de todo aquel largo paseo por la zona de Anaga– sigue muy vívido en mí. Quizá un día tenga que escribir sobre eso.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

No suelo hablar de los proyectos, porque habitualmente no los tengo. O cuando los tengo los pongo en marcha y enseguida dejan de ser proyectos. La verdad es que intento evitar proyectar demasiado. Prefiero que las cosas vayan surgiendo de forma natural. Ahora mismo acaban de publicarse, este mismo año, dos libros míos, uno de poemas (Bajo los párpados de quien se aleja, publicado por Pre-Textos) y otro de relatos (De un modo enigmático, publicado por Franz), además de dos traducciones de libros míos al francés. Ya es demasiado para un año, aunque también está a punto de salir un librito mío en las Ediciones Altazor de Chile. Quizá en 2022 toque descansar. Sí te adelantaré que acabo de entregar un encargo que me ha hecho mucha ilusión, pues es algo que nunca había hecho: un libreto de ópera. Como te decía antes: el proyecto ha dejado de serlo. Siempre hay libros en marcha, pero para mí es todavía un misterio qué forma adquirirán. Los materiales en bruto se acaban ordenando sin una intervención excesiva del autor: como si tuvieran vida propia. A veces, como en el caso de De un modo enigmático, mi último libro de relatos, el trabajo de la editora de Franz fue fundamental para que el libro obtuviera su forma definitiva. A eso es a lo que yo llamo una editora de verdad.

Muchas gracias, Rafael.

                                                                                      (5 de noviembre de 2021)

«El confín» por Rafael-José Díaz

Volvemos al apasionante mundo de la poesía de la mano de Rafael-José Díaz, un poeta tinerfeño, que ha sido galardonado en varias ocasiones. Así, en 2002 recibió el Premio de Poesía Tomas Morales por “Los parpados cautivos” y en 2007, el Premio de Poesía Pedro García Cabrera por su poemario “Detrás de tu nombre”.

El pasado 26 de septiembre, Rafael estuvo en la Feria del Libro de Madrid firmando ejemplares de su nuevo libro “Bajo los párpados de quien se aleja” (2021).

“El canto en el umbral” (1997), su primer libro, incluye «El confín», un poema donde aparece el faro de la Punta de Teno, en Tenerife.

EL CONFÍN                    
Rafael-José Díaz

Juntos, nuestro último día, indetenible
el coche por los bordes de la isla,
un viaje silencioso hacia el lugar
entrevisto hacia el confín, donde las piedras de la noche, adivinadas, brillarían tan solo por nosotros.
El cielo compartido, los rostros, la ciega proximidad del desierto, y los ojos reunidos en la luz ondulante del faro en la montaña, los oídos atentos al rumor de unos perros heridos, como un sueño.

 
Así, juntos, el coche detenido al borde invisible de los acantilados, silenciosa, en lo alto, la rueda sin fin de las estrellas, nuestros cuerpos, era el último día,
se bebieron hasta tarde, insaciable la sed, el rumor azotante, afuera, el deseo en lo oscuro, el confín.


Hasta el centro bajamos, sin ver, desde los bordes hasta el centro secreto de nuestros cuerpos. Y en un cuenco que allí dentro encontramos, hacia el alba, bebimos ciegos la sed, la última estrella. (Teno)

Esto no acaba aquí porque Rafael nos ha concedido una entrevista y la publicaremos la semana que viene. No os la perdáis.

Muchas gracias por tu colaboración Rafael-José.