Seguimos compartiendo los recuerdos de Juan Ángel Trillo, uno de los hijos de Juan Trillo, farero en algunos de los faros del levante español. Esta es la cuarta historia que nos contó sobre su infancia en un faro. En esta ocasión, nos trasladamos al faro de Columbretes.
Fallo en el faro de las islas Columbretes (I)
Cinco años después nuestra familia farera, los Trillo, reside en Valencia.
Una tarde noche de verano saltan las alarmas. No (se ve y parece que no) está encendido el faro de Columbretes. Como no pueden comunicarse con la isla por radio, dan por supuesto que está estropeada o que el rectificador de siempre ha vuelto a fallar. El Ingeniero Jefe decide que hay que comprobar el funcionamiento del faro como sea. El chófer de la Jefatura, con el coche oficial, llevará a los fareros a donde consideren necesario. Mi padre me lleva con él, porque en principio, sólo era un paseo.
Así que deciden ir a las cuestas detrás de Oropesa, donde de día se pueden ver las islas a simple vista, para intentar ver el faro desde allí. Por desgracia, no se ve. Se informa al Ingeniero, que toma la decisión de que los fareros vayan lo más pronto posible a Columbretes y vean lo que ocurre; si les ha pasado algo a los de la isla y por si acaso, que lleven un rectificador de repuesto.
Por causas que desconozco, la forma más rápida de ir en ese momento, era con un remolcador que estaba en el puerto de Gandía. Dada la hora que era (más de las 10 de la noche) vuelven a casa y para aprovechar el día acuerdan salir a la cuatro de la mañana hacia Gandía. Mi padre me pregunta si aún así quiero ir y desde luego le digo que sí; no voy a perderme esta aventura por un poco de sueño…
El chófer de Jefatura, acompañado de su hijo, un chaval un poco más joven que yo, nos recoge a esa hora a nosotros y al otro farero, Ignacio Ulecia, y nos dirigimos hacia el puerto de Gandía. Llegamos a las seis de la mañana y para nuestro disgusto el puerto no abría hasta las siete. A esa hora, pudimos acceder al barco y nos encontramos con que el patrón del remolcador se encuentra de vacaciones y es reemplazado por un marinero de confianza pero inexperto. ¡Ojo! este dato que parece intrascendente tendrá consecuencias en la navegación…pero no adelantemos acontecimientos y sigamos narrando el relato.
A la falta de pericia del marinero se le añade otro inconveniente si cabe más grave… la brújula {o compás} está desviada casi 50 grados; pero eso no lo sabían. Y al marinero le habían dicho que era fácil llegar a las islas: solo tenía que ir al Norte hasta la altura del puerto de Castellón y después al Este. No tenía pérdida. Así lo hacen, navegan hasta Castellón y luego viran hacia el Este; pero no van en la dirección correcta, es decir, es realidad van hacia el Sureste.
Desde Castellón deberían tardar unas cuatro horas en llegar, pero pasa el tiempo y no avistan las islas ya cuando el sol cae, un marinero se sube a la parte de más alta del barco con unos prismáticos y gracias al reflejo del sol en el islote más alejado del archipiélago (llamado el Bergantín o Carallot), conseguimos situarnos. Tras percatarse del tremendo error, rectifican su rumbo y llegan tras ocho horas navegando a la isla principal, cuando ya es noche cerrada.
Continuará…
La imagen de cabecera corresponde al «faro de Columbretes». La fotografía pertenece a la Fundació Caixa Castelló.
Muy bueno!
Gracias,
Cari