Este artículo lo han escrito al unísono Maribel Pintos Mota e Isabel Migallón Aguilar. Ambas son melillenses, enamoradas de la historia de su ciudad y especialmente de su emblemático y centenario Faro en el que han tenido el privilegio de trabajar. Además, hay que decir que lo publicaron en los periódicos «El Faro» y «Melilla Hoy».
Faro de Melilla. Más de cien años de historias
Hoy, 7 de agosto, se celebra el Día Mundial de los faros; es un claro homenaje a estas emblemáticas construcciones que tan importante función vienen cumpliendo para marinos y navegantes desde hace siglos.
Cabe citar el de Alejandría mandado a construir en el siglo III a. C. por Ptolomeo I a Sóstrato de Cnido y finalizadas las obras en tiempo de su hijo Ptolomeo II. Siendo el Mediterráneo un mar surcado por distintos pueblos a lo largo del tiempo es fácil pensar que hubiera algún tipo de señalización en las costas para advertir de la existencia de cabos u otros accidentes geográficos.
Antecedentes históricos
En Melilla los primeros datos sobre un faro datan del siglo XVI, en concreto de 1515 en el llamado Torreón del Bonete. Este era de forma circular y tenía cortina pretiles y almenas. Hacia 1527 era conocido como “de las Cruces” y pudo ser reparado por el ingeniero de origen veneciano Fray Gabriel Tadino de Martinengo. Seis años después Sancho de Escalante, maestro de obras, hacía lo mismo con todo el frente de mar.
Mediaba esta centuria cuando Juan de Zurita propuso introducir una notable mejora, para ello planteaba la conveniencia de derribar este torreón, ya que perjudicaba el flanqueo entre los torreones de las Cruces y de las Pelotas. Esto nunca llegó a realizarse del todo, lo único que se llevó a cabo fue la eliminación de las almenas, ya obsoletas para el nuevo periodo de fortificación (renacentista), construyéndose en su lugar un pretil talusado.
Existe constancia que en los primeros años de la siguiente centuria (1604) ya comenzó a denominarse como del Bonete; en tanto que finalizando la misma (1699) era conocido como el Palo del Suplicio porque en dicho lugar se llevaban a cabo ejecuciones.
Finalizando el siglo XVIII vuelve a su nombre primitivo (1764) Torreón del Bonete, por tener una forma parecida a la del gorro usado por eclesiásticos y seminaristas. En 1854 fue cuando se construyó un pequeño faro que en 1903 se llamaba Torre del vigía de mar.
El faro actual
Geográficamente está ubicado en el punto más oriental de la fortificación en el escarpado Frente de Mar, en contraposición al Frente de Tierra, separando este torreón a su vez el Frente de Trápana al norte, bajo las Murallas de las Cruces, del siguiente frente llamado de Levante o del Socorro, emplazado al sur, junto al puerto.
Como se puede apreciar es un edificio de planta rectangular, con patio interior. Muros exteriores revestidos de roca negra del monte Gurugú, conformadas por conglomerados de arenas basálticas. La superficie ocupada es de 144 m2. Las ventanas están coronadas por arcos escarzanos. Alberga una torre cilíndrica que da acceso a la azotea donde se encuentra la linterna.
Durante la visita que giraron en marzo de 1915 varios técnicos para ver el alcance de los daños que había ocasionado el temporal del año anterior en los faros ubicados en esta zona se pensó en la posibilidad de no rehabilitar la Torre del vigía de mar sino de construir un faro nuevo de mayores dimensiones y más consistencia. Capaz de soportar los fuertes temporales de Levante. El proyecto se encargó al ingeniero Manuel Delgado Delgado. Este incluiría también una casa para el farero. La construcción duró varios meses ya que había que adecuar el terreno para esta nueva edificación.
En la noche del 22 de julio de 1918 y tras haber realizado varias pruebas se iluminaba por primera vez el nuevo Faro de Melilla. En ese momento ejercían las labores de fareros Juan Gutiérrez y Pedro López. A partir de entonces, su lente escalonada sistema Fresnel no ha dejado de funcionar ni un solo instante. De su mantenimiento se encarga el personal de la Autoridad Portuaria de Melilla, que tiene asignada su custodia. Hasta 1938, dependía administrativamente de Málaga.
Un edificio de gran belleza, con un emplazamiento espectacular, cuya visión no deja impasible a nadie. Sus muros custodian cientos de historias, guardan los recuerdos de quienes en él vivieron y de quienes han pasado en algún momento de su vida por allí.