¿Farero o farista? por Mar Verdejo Coto

Mario Sanz Cruz lleva 30 años siendo el guardián del faro de Mesa Roldán y esa efeméride no podíamos obviarla, así que hemos decidido hacerle un homenaje. Os vamos a contar algunas cosas de las que ha hecho durante estas tres décadas. Empezaremos rescatando una entrevista que le hizo Mar Verdejo Coto en el periódico “La Voz de Almería” el 23 de julio de 2016.

Mar es ingeniera, paisajista, poeta y cuentacuentos. Y por si eso fuera poco, es amiga personal de Mario y ha visitado algunos de los faros que hay en la provincia de Almería, incluido el faro de Mesa Roldán.

¿Farero o farista?

Un faro, es quizás la única construcción hecha por el hombre que no molesta en la contemplación de un paisaje. Ahí llevan algunos hasta milenios, alumbrando a los y a las navegantes, nutriendo de inspiración a los y las poetas, escritoras, fotógrafas, cineastas, etc. y, a las soñadoras empedernidas como yo nos hace soñar con aventuras de naufragios, sirenas, rescates, piratas y tormentas. Todas las noches, en cualquier parte del mundo, en la costa, se enciende una luz que es única y reconocible y, que nos guía en la oscuridad y nos preguntamos: ¿Quién enciende esa luz que alumbra a la humanidad? ¿Quién será? ¿Cuáles son sus desvelos de este oficio milenario? Ahora ya son llamados así, en la administración pública son llamados: técnicos mecánicos de señales marítimas y, su profesión ha sido una profesión llena de riesgos en el pasado, ejerciéndose en lugares remotos y solitarios. Es indudable que es un oficio lleno de mitos y leyendas despertando gran curiosidad.

Un día me invitaron a participar en una antología literaria para celebrar el centenario de los faros de Cabo de Gata y de Mesa Roldán titulada “Lo demás es oscuridad”, y aunque en mi memoria de pez tenía más veces reflejada el de Cabo de Gata, faro que está situado más al Sureste de la Península Ibérica, me decidí por el de Mesa Roldán para conocer su historia, porque ahí subido  en esa meseta parece inaccesible. Y así conocí a la persona que se desvela para que todo funcione a la perfección en el faro, situado sobre un acantilado a mas de  200 metros, se llama Mario Sanz Cruz y desde entonces es mi farero favorito y no porque atesore un oficio tan singular sino por: su implicación en  todo lo que le rodea, ser un agitador cultural y amar esta tierra desgastada contra vientos y mareas. Él, como su faro es constante y tenaz. Resilente en la noche alumbrando a diferentes almas con su luz. Quizás no sea un farero y sí un farista porque en su profesión aporta emoción. El oficio lo convierte en arte dejando de ser un artesano y atesorando muchos oficios a la vez. El artesano paa a ser artista porque hay amor en todas las cosas que hace: poesía, cuentos, voces para coros, exposiciones, defender la costa o encender una luz que alumbrará toda la noche siempre con el mismo ritmo y por el que es conocido: cuatro destellos cada veinte segundos. El faro es su vida y su forma de hacer vida. Quizás sea el último farero antes de que las nuevas tecnologías lo sustituyan. Y el faro, sin su habitante más luminoso ya no será el mismo: un GPS (Sistema de Posicionamiento Global) no es tan inspirador y cálido.“¿Quien le va a hacer un poema o una pintura a un GPS?”, se pregunta mi farero favorito. En su último libro publicado “Faros sobre un mar de tinta” de la editorial Playa de Ákaba, nos deja asomarnos a su profesión, con su mirada de farero y, en una serie de cuentos nos va narrando la historia y los acontecimientos que ha vivido o fabulado con el faro como protagonista. Con cierta nostalgia cuenta las labores de mantenimiento que el faro requiere y requería, la vida diaria de aquellas familias que se dedicaban en cuerpo y alma a la profesión: cambiar bombillas, limpiar el faro y marcar el ritmo de las señales. Todo comienza a una hora precisa y ahí empiezan a guiar a la marinería marcando el camino en el mar. Su profesión exige de mimos y cuidados minuciosos y, de un amor sellado de por vida al mar. Mario también se siente marinero vocacional. Los catorce cuentos del libro, su faceta de contador de historias nos ofrece su mirada de farero, su humor, su conciencia ecológica y humana, la historia, el romanticismo de los mensajes en una botella, como es la tierra inhóspita en la que habita, la mitología asociada a los faros, historias de piratas y fareros aficionados a la lectura y, reivindica “el papel de la mujer que tiene que luchar y sufrir para encontrar su lugar en este mundo, tan mal diseñado por el hombre”, recordando cuando las mujeres éramos protagonistas y no victimas.

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Mario y Mar durante la presentación de un libro.

Faro de Melilla. Más de cien años de historias por Isabel Migallón y Maribel Pintos

El siguiente artículo lo escribieron al unísono Maribel Pintos Mota e Isabel Migallón Aguilar. Ambas son melillenses, enamoradas de la historia de su ciudad, y especialmente, de su emblemático y centenario Faro en el que han tenido el privilegio de trabajar. Tuvo tanta repercusión, que lo publicaron en los dos periódicos melillenses: «El Faro» y «Melilla Hoy».

Faro de Melilla. Más de cien años de historias

Hoy, 7 de agosto, se celebra el Día Mundial de los faros; es un claro homenaje a estas emblemáticas construcciones que tan importante función vienen cumpliendo para marinos y navegantes desde hace siglos.

Cabe citar el de Alejandría mandado a construir en el siglo III a. C. por Ptolomeo I a Sóstrato de Cnido y finalizadas las obras en tiempo de su hijo Ptolomeo II. Siendo el Mediterráneo un mar surcado por distintos pueblos a lo largo del tiempo es fácil pensar que hubiera algún tipo de señalización en las costas para advertir de la existencia de cabos u otros accidentes geográficos.

Antecedentes históricos

En Melilla los primeros datos sobre un faro datan del siglo XVI, en concreto de 1515 en el llamado Torreón del Bonete. Este era de forma circular y tenía cortina pretiles y almenas. Hacia 1527 era conocido como “de las Cruces” y pudo ser reparado por el ingeniero de origen veneciano Fray Gabriel Tadino de Martinengo. Seis años después Sancho de Escalante, maestro de obras, hacía lo mismo con todo el frente de mar.

Mediaba esta centuria cuando Juan de Zurita propuso introducir una notable mejora, para ello planteaba la conveniencia de derribar este torreón, ya que perjudicaba el flanqueo entre los torreones de las Cruces y de las Pelotas. Esto nunca llegó a realizarse del todo, lo único que se llevó a cabo fue la eliminación de las almenas, ya obsoletas para el nuevo periodo de fortificación (renacentista), construyéndose en su lugar un pretil talusado.

Existe constancia que en los primeros años de la siguiente centuria (1604) ya comenzó a denominarse como del Bonete; en tanto que finalizando la misma (1699) era conocido como el Palo del Suplicio porque en dicho lugar se llevaban a cabo ejecuciones.

Finalizando el siglo XVIII vuelve a su nombre primitivo (1764) Torreón del Bonete, por tener una forma parecida a la del gorro usado por eclesiásticos y seminaristas. En 1854 fue cuando se construyó un pequeño faro que en 1903 se llamaba Torre del vigía de mar.

El faro actual

Geográficamente está ubicado en el punto más oriental de la fortificación en el escarpado Frente de Mar, en contraposición al Frente de Tierra, separando este torreón a su vez el Frente de Trápana al norte, bajo las Murallas de las Cruces, del siguiente frente llamado de Levante o del Socorro, emplazado al sur, junto al puerto.

Como se puede apreciar es un edificio de planta rectangular, con patio interior. Muros exteriores revestidos de roca negra del monte Gurugú, conformadas por conglomerados de arenas basálticas. La superficie ocupada es de 144 m2. Las ventanas están coronadas por arcos escarzanos. Alberga una torre cilíndrica que da acceso a la azotea donde se encuentra la linterna.

Durante la visita que giraron en marzo de 1915 varios técnicos para ver el alcance de los daños que había ocasionado el temporal del año anterior en los faros ubicados en esta zona se pensó en la posibilidad de no rehabilitar la Torre del vigía de mar sino de construir un faro nuevo de mayores dimensiones y más consistencia. Capaz de soportar los fuertes temporales de Levante. El proyecto se encargó al ingeniero Manuel Delgado Delgado. Este incluiría también una casa para el farero. La construcción duró varios meses ya que había que adecuar el terreno para esta nueva edificación.

En la noche del 22 de julio de 1918 y tras haber realizado varias pruebas se iluminaba por primera vez el nuevo Faro de Melilla. En ese momento ejercían las labores de fareros Juan Gutiérrez y Pedro López. A partir de entonces, su lente escalonada sistema Fresnel no ha dejado de funcionar ni un solo instante. De su mantenimiento se encarga el personal de la Autoridad Portuaria de Melilla, que tiene asignada su custodia. Hasta 1938, dependía administrativamente de Málaga.

Un edificio de gran belleza, con un emplazamiento espectacular, cuya visión no deja impasible a nadie. Sus muros custodian cientos de historias, guardan los recuerdos de quienes en él vivieron y de quienes han pasado en algún momento de su vida por allí.