Tras contarnos la historia del faro de Cabo Vilán, José María Rodríguez ha decidido analizar el Plan que impulsó la instalación de faros en nuestro país. Este es nuestro pequeño homenaje hacia el último ganador de nuestro concurso: “El faro rojo… eres tú”.
Hace 176 años la Reina Isabel II firmó el Real Decreto de 13 de septiembre de 1847 por el que se aprobaba el “Plan General de Alumbrado Marítimo de las Costas y Puertos de España e Islas Adyacentes”. Bajo tan largo y prolijo título, muy típico del lenguaje administrativo de aquellos tiempos, comenzó la política pública de señalización marítima en España. Sin duda alguna, el mito fundacional de nuestro sistema y el gran hito histórico de nuestros faros.
La situación de los faros en el Antiguo Régimen era consecuencia del modelo de Administración de múltiples jurisdicciones y privilegios. Los faros existentes estaban gobernados por toda clase de organismos, entre otros, Consulados del Mar, Juntas de Comercio, Gremios de Mareantes y un largo etcétera de entidades. La financiación provenía de los arbitrios de Fanal y Linterna, cuyo cobro tampoco era general y se limitaba a ciertos navíos que entraran en determinados puertos. La mayoría de aquellos faros guiaban la navegación local, comercial o pesquera. Su funcionamiento no era uniforme, existían casos que se encendían exclusivamente en las noches de invierno, otros funcionaban solamente en caso de mal tiempo, otros sólo cuando había en el mar embarcaciones de la localidad, etc. Estaban tecnológicamente anticuados; pocos tenían sistemas de reverberos y, menos aún, lentes; todos eran muy limitados en intensidad y alcance; y, salvo excepciones, eran de luz blanca fija, lo que dificultaba su identificación.
El Estado liberal y su modelo de Administración llegó a los faros con la creación en 1842 de la Comisión de Faros, a la que se le encomendó “…[la] propuesta del sistema que deba seguirse en el establecimiento, construcción, iluminación y servicio de los faros…”. El mandato recibido exigía construir, desde los criterios de interés general y racionalidad burocrática, un sistema de señalización marítima, prácticamente desde la nada, que debería ser homogéneo, congruente, eficaz, avanzado tecnológicamente y por supuesto, económicamente viable. Así pues, consecuencia de la tarea ordenada a la Comisión, en 1847 se eleva para aprobación la memoria del Plan General.
Continuará…
La imagen de cabecera corresponde a la portada del “Plan General de Alumbrado Marítimo de las Costas y Puertos de España e Islas Adyacentes”.