Historia
Lógicamente no podemos olvidarnos de una figura esencial en el funcionamiento de los faros; el farero. Antiguamente, denominado atalayero y posteriormente, torrero porque su labor la ejercían en torres. En la actualidad, esta figura está prácticamente extinguida debido a la automatización de los faros, pero en su momento estos hombres y mujeres fueron importantísimos y sin ellos, los faros no habrían servido para desempeñar ninguna función.
La profesión de farero solía pasar de generación en generación a pesar de las particularidades del trabajo. Estaba mal remunerada y sobre todo no era apta para todo el mundo. La literatura y el cine han idealizado esta profesión y por desgracia no se parece en nada a lo que de verdad padecían los fareros y sus familias. En algunos países era un requisito imprescindible para poder optar a un empleo en los faros que se hubiera pasado unos años trabajando como marinero. Por lo general, la gente que solía trabajar en los faros había nacido en la costa.
La finalidad de todos los que trabajaban en los faros era alcanzar la categoría de torrero, puesto que era la mayor posición que se podía alcanzar dentro de un faro. Además, era un trabajo muy bien remunerado y te garantizaba una pensión buena.
Alcanzar la categoría de torrero no estaba al alcance de todas las personas. En primer lugar, todos los que trabajaban en los faros tenían que estar acostumbrados a la soledad. Esa adaptación es bastante complicada, ya que la vida en sociedad es algo inherente al ser humano. A continuación, se debía tener una predisposición a lo que en la actualidad se denomina «movilidad geográfica», ya que a lo largo de la vida laboral de un torrero podía trabajar en distintos emplazamientos. Para paliar esa soledad se construyeron casas adosadas a las torres. En dichas casas, se alojaban los torreros y sus familias. El hecho de que el torrero pudiera estar acompañado por sus familiares hacía un poco más llevadera su larga estancia en el faro.
Las actividades que realizaban los trabajadores de un faro fueron simplificándose según transcurrían los años. La instalación de la electricidad en los faros hizo que muchas funciones desaparecieran, entre esas tareas se hallaba el recorte de la mecha de la lámpara de aceite.
Hasta finales del siglo XVIII era un trabajo durísimo, sobre todo para aquellas personas que trabajaban en los faros de madera y carbón, puesto que tenían que hacer fuego al aire libre y soportar las inclemencias del tiempo.
En el siglo XIX, con la invención de la linterna (luces con espejos o lentes), los trabajos se simplificaron, pero aún así, no perdieron la dureza que siempre ha caracterizado este oficio. Las lentes y los espejos tenían que ser pulidos constantemente; los mecanismos de relojería tenían que ser lubricados, etc. Todos estos avances exigían una mayor cualificación de los torreros. La invención y posterior uso de la radio sirvió para cortar el proceso de aislamiento que durante siglos vivieron los torreros y sus familias.
Como anécdota, podemos decir que el término empleado en inglés para definir esta profesión es: lighthouse keeper o lightkeeper, aunque en ocasiones se les denominaba -wickies- en clara alusión a su trabajo al recortar las -wicks- mechas, para encender la linterna del faro.
Fuentes Bibliográficas
Autoridad Portuaria de Ceuta. Ministerio de Fomento