Nuevo relato de Jordi de Mallorca en la sección denominada “Sueños de un farero”. Seguimos con unas historias muy personales en las que Jordi nos habla desde lo más profundo de su corazón. En esta ocasión queremos agradecerle la modificación que ha hecho para que su historia se ajuste al contenido del blog. Así, que de nuevo, -gracias Jordi-.
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Polvo de estrellas
Tener un lugar que nos salve del bullicio de la vida es un privilegio estos días. Esa burbuja permite que seas tú. La mía está en un faro. De noche y justo antes de acostarme, dejo que me acaricie el salitre del mar bajo un manto de estrellas. Unos largos minutos son suficientes para curarme las heridas hechas por una realidad que lo destroza todo a su paso. Aquí el tiempo y el espacio se funden en uno solo.
Cada día aprendo algo nuevo sobre esta rara inmensidad a la que me expongo. Debían tener mucha imaginación para ver cazadores, escorpiones, balanzas y carros a partir de pequeños puntitos luminosos. Todavía se me escapan los nombres de cada estrella, sus constelaciones y significados. Me abruma todavía más cuando miro al mundo real. Todo son datos precisos, magnitudes y conceptos difíciles de entender, pero no me importa, yo fantaseo con pasados remotos.
En esta soledad buscada existe una unión extraña y divina. La mente se abre y a pesar de estar en vidas y tiempos distintos, entendemos que al final lo más importante es el presente. No hay números ni ciencia que expliquen esto. Sin querer, hay una predisposición para viajar a otros mundos. En ellos hemos encontrado respuestas a preguntas imposibles y todo eso está ahí, en esa preciosa y brillante cúpula.
Puede parecer un error ir al mismo sitio y a la misma hora una y otra vez para encontrarse a uno mismo, pero te equivocas. Es un portal y al igual que en sueños, cada día es distinto. Habrá tantas preguntas, respuestas, deseos y emociones, como estrellas en el cielo. Estoy seguro que grandes personajes de la historia hicieron lo mismo. Dedicaron unas horas de sus cortas vidas a esclarecer sus mentes, mirando, soñando o imaginando al cosmos. Recordando que somos polvo de estrellas y que en esos ratos de conexión con ellas, es muy bonito decirles a la cara que nos amamos, que no estamos solos y que algún día volveremos a estar junto a ellas.