Faros. Luces del Norte. Julio Herrera. Ed. Anaya Touring, 2020.
No recuerdo cuantos años hace que quiero ser farera. Mi naturaleza utópica me empuja a profesiones minoritarias (soy bibliotecaria y trabajo como librera) y si el duende de la lámpara mágica se presentase ante mí, no tengo duda de que mi petición sería esta: quiero ser farera. Quizás que empiece a frotar, a ver qué pasa.
Mientras espero la magia, el milagro, me fascina mirar imágenes de faros, leer historias de fareros (ellos, casi siempre), ver películas con faros y fareros (no me quito de la cabeza a Willem Dafoe y Robert Pattinson), rememorar poemas (Desde el balcón más alto de mi faro / pesco con caña. / Veinte metros de hilo / y un anzuelo de plata…, Emilio Prados).
No sé si es una distracción o un consuelo, tal vez ambos, pero ahí me he quedado hoy, frente al libro de Julio Herrera cuando he llegado a mi trabajo en la librería Nollegiu del Clot (en Barcelona). ¿Puede haber algo mejor un domingo laboral que tener un libro de gran formato con fotografías increíbles (del mismo Julio) y pinceladas históricas de los faros del norte de España?
El libro está organizado geográficamente y recoge de manera exhaustiva todos los faros desde las Rías Baixas, en su frontera con Portugal, hasta Biarritz; Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco. Hace un repaso minucioso de cada uno de ellos: fecha de construcción, descripción arquitectónica, años en funcionamiento, tipo de lámpara y óptica, paisaje e interés turístico-histórico.
Julio Herrera lleva años fotografiando faros de todo el mundo y busca (y consigue) captar en sus imágenes los momentos en que una iluminación fugaz y especial confiere a lugares ya de por sí mágicos para los que los amamos, el instante en que el faro y su entorno se convierten en lugares míticos, de leyenda.
En el libro queda patente la evocadora poética de los faros, su aire nostálgico y melancólico frente a los avances técnicos que tal vez les restan su primitiva importancia, pero no su belleza. Las tormentas, los acantilados, los temporales, el impacto de las olas en las torres, la agitación del mar, las noches de luna y los puntos luminosos de las estrellas, los tonos rosados del atardecer… Todo ello está en estas luces del norte.
Galicia, con su más de mil kilómetros de litoral y sus espectaculares accidentes geográficos, es la comunidad con más número de faros del norte de España. Destacan faros míticos, lugares de peregrinaje, como los de Fisterra y Candieira (Cedeira) y otros de paisaje salvaje como Cabo Prior o Isla de Sálvora. Asturias, con sus tramos de costa vírgenes y el verdor y los bosques que lindan con el mar, es una costa protegida y en armonía con el entorno natural donde encontramos faros solitarios como el de Lastres y faros de postal como el de San Esteban de Pravia, que cuando hay olas de ocho metros queda totalmente envuelto en agua. Cantabria, pese a tener el menor número de faros de España, cuenta con una fortaleza medieval en la que se levanta el faro de Castro Urdiales. Y en el País Vasco, con sus estuarios, amplias bahías y paisajes agrestes con acantilados, con sólo doscientos kilómetros de costa, encontramos desde faros grandes y potentes como el de Igeldo (Donosti), hasta otros que imitan castillos medievales (Cabo de la Plata) y algunos de influencia francesa como el de Biarritz.
Este libro no se explica: se siente. Soledad, agitación, protección, naturaleza estallando y un oráculo firme: las luces del norte. Releo a Manuel Rivas en la cita que da inicio al libro:
“Hay un lapsus en el Génesis. Y es que no dice cuando fueron concebidos los faros. Son obra humana, pero pertenecen a un orden especial de la naturaleza, como los barcos. Por muy prodigiosas o grandiosas que sean otras construcciones, no hay una arquitectura comparable. Los faros son seres vivos. Más que formar parte del paisaje, lo crean”.
Ojeo de nuevo el libro y siento el viento en mi pelo, la espuma de las olas en mi cara. Cierro los ojos y escucho el rumor del mar, la tormenta que se acerca… No puedo evitar mirarlo como un Infojobs para fareros, pero no, no encuentro pistas, direcciones a donde enviar mi cv de farera en ciernes. Así que lo cierro y regreso a la lámpara mágica. Empiezo de nuevo a frotar. A ver qué pasa…
Muchas gracias, Gema, por tu brillante reseña.