Las Luces del Largo 5. Lighthouse

Os presentamos la quinta entrega de Las Luces del Largo, una serie de “reseñas” realizadas por Edgar Max, dibujante y creador de Bill el Largo (de ahí el título). Edgar ha escogido algunos de los muchos libros que ha leído sobre faros y los va a comentar desde una perspectiva muy singular.

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Algunos de los personajes entrevistados que aparecen en este libro.

5.- LIGHTHOUSE

(Tony Parker)

No suelo poner calificaciones numéricas a los libros, pero éste sería un 10 con mención honorífica.

Tony Parker fue un entrevistador y recopilador de historias orales británico de enorme relevancia en el mundo anglosajón del siglo XX. En sus entrevistas los protagonistas, -madres solteras, criminales convictos, pervertidos, vagabundos, parias…-, se sinceran a gusto y revelan vivencias y recuerdos en ocasiones durísimos. De él se decía que tenía el don de generar confianza plena en los entrevistados simplemente con sus silencios. Por suerte para nosotros empleó esa habilidad en dar voz a los que en aquel entonces (bueno… hoy igual) no la tenían y nos dejó sus libros como testimonio vivo de la marginalidad.

En 1975 publicó este libro, “Lighthouse”, en el que entrevistaba a la última generación de fareros de Gran Bretaña. El romanticismo de un oficio en extinción y su naturaleza única convierten a los entrevistados en sujetos que comparten con el resto de protagonistas de Parker una cierta exclusión; en este caso no por su moralidad transgresora, su origen humilde o sus decisiones fatídicas sino por su propia condición de gente que vive en un limbo, entre el cielo y el mar, encargados de cuidar una luz para salvar barcos que, si todo va bien, jamás verán.

Puedo deciros que la obra trasciende de tal forma nuestro tema habitual que lo recomendaría a cualquier lector interesado en… Bueno… en el jodido ser humano y sus maravillosas miserias. Funciona así: un breve párrafo descriptivo del personaje que va a hablar -normalmente un farero fumando como un carretero y bebiendo café o una esposa de farero fumando como una carretera y bebiendo sherry- y a continuación las respuestas del personaje. Nunca aparecen las preguntas, dan igual. Tony Parker se difumina, desaparece detrás del humo del tabaco y el ruidillo de la bobina de la grabadora, y de repente estáis sólo tú y el entrevistado frente a frente. A veces es tan íntimo y absorbente que se te olvida que no es una novela. “Sólo” gente de verdad hablando de experiencias reales en faros aislados, o en puertos transitadísimos, de su forma de entender su trabajo y la propia vida, de la soledad y la rutina, de su amor u odio por el mar (de todo hay), de la responsabilidad, del sacrificio y de la pérdida. Poco a poco estos hombres y mujeres se van dibujando en tu mente, cada uno con su particular forma de hablar, con su personalidad abierta en canal. Los que preferirían estar en otra parte, los taciturnos que aman las torres aisladas y se cabrean si el mal tiempo les impide incorporarse a tiempo tras sus cuatro semanas de permiso, los que han perdido compañeros de faro en accidentes absurdos y misteriosos, pero mortales; las mujeres abnegadas que aceptan esa vida con resiliencia a prueba de bombas y las esposas que lamentan cada cambio de destino maldiciendo el desarraigo y al propio mar que le separa de su esposo… Las rencillas y las relaciones personales que se establecen entre ellos convierten la obra, por si fuera poca cosa, en una especie de colmena humana que supera con creces al mejor folletín y te sorprendes esperando con ansia que aparezca la entrevista con ese “fulanito” del que tan mal han hablado los otros. Como comer pipas, oigan.

Este desfile de personajes te hace pasar las páginas sin darte cuenta que la madrugada ha llegado y en breve empieza tu guardia. Con estupor recuerdas que esta buena gente que hace un instante te estaba hablando al oído está jubilada hace ya muchos años, -otros estarán muertos-, y da cierta pena comprender que ya no hay fareros encargados de apagar la luz. Que un automatismo gobierna una estructura vacía, hoy día carente de auténtica funcionalidad según muchos, y que aunque sigan girando sus linternas en la noche, lo hacen sin el componente humano. Y lo podrán seguir haciendo para gaviotas, focas y ballenas aunque un virus, por ejemplo, acabe con la especie humana… Si cierro con una nota melancólica es porque ese, precisamente, es un pensamiento recurrente que mencionan varios protagonistas del libro: en la guardia nocturna, encaramado a una balaustrada en mitad del océano, muchas veces el farero se pregunta si el mundo habrá llegado a su fin y quizá sea él el último superviviente de la Humanidad. Y al leerlo, me vienen a la mente los terrores del niño que, antes de dormir, se inquieta pensando qué pasará si sus padres se duermen antes que él; si todo el mundo se duerme antes que él y, por lo que sea, sólo quedan sus ojos abiertos en la oscuridad.

“You extinguish the light at sunrise and every time it´s my watch and I do it; it gives me a thrill. It´s like you´re in charge of starting the day; the light´s done its job so you´re letting the sun take over. It feels really good”.

¡Salud! 🖤☠⚓

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Portada del ejemplar de Edgar Max