Quina del Toro, grancanaria enamorada de los faros que necesita ver y oler el mar. Ciudadana del mundo, tuvo la suerte de nacer en las Islas Canarias, en Gran Canaria, y sigue disfrutando la fortuna de vivir allí. Padece lo que denomina el síndrome isleño, para no ahogarse necesita ver y oler el mar, ése que nos une a todos sobre el planeta. Le gusta viajar y pasear, de ahí su afición a plasmar en fotos la vida tal y como la percibe, fotografía momentos. Así que es imposible no estar enamorada de los faros, esos que salpican todas las costas y que por instantes iluminan el mar. Es fiel creyente de las palabras de Jorge Drexler: “Lo que importa, en verdad, son los 12 segundos de oscuridad”.
El faro de Maspalomas
Mi lugar en el mundo se encuentra al sur de la isla de Gran Canaria, La Charca de Maspalomas, que, acostada a los pies del campo de dunas, delimita por el oeste la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas.
Mi padre, siempre que íbamos a la playa –del mismo nombre, Maspalomas-, nos acercaba a ver los pájaros y peces que habitaban esta laguna salobre. Él, como muchos grancanarios, trabajaba en la hostelería. Como su función era la de llevar los números, sus horarios eran más benevolentes y podía disfrutar, junto a sus hijas, de las tardes en la playa. Trabajaba en el hotel Oasis, ubicado entre la Charca y el Faro de Maspalomas, así que los días estivales los pasábamos jugando entre olas y con la arena de la playa a los pies de un faro.
Es curioso, cuando pienso en un faro, normalmente visualizo imágenes de estas edificaciones en lo alto de acantilados. Sin embargo, crecí bajo uno que está a pie de playa, y quizás ahí radique parte de su magia. Puedes ponerte descalza sobre la arena, bajo él, levantar la cabeza y admirar su grandeza ante tu insignificancia.
Recuerdo que algunas tardes, cuando nos íbamos de la playa, caminaba por sus alrededores saboreando un helado. El entorno del Faro de Maspalomas ha cambiado. En aquellos tiempos, estaba circundado por solares que servían de aparcamientos improvisados para quienes trabajaban en los hoteles de la zona, y los visitantes del entorno. También paraban las guaguas de transporte interurbano que llegaban hasta la playa. Hoy en día, los solares han dado paso a una plaza y a la ampliación de la planta hotelera en lo que se conoce como Meloneras. A los pies del Faro nace un paseo que lleva su nombre, que discurre entre el mar y un boulevard comercial. A veces, con ocasión de las fiestas navideñas, de la celebración del Día Mundial del Turismo, o con motivo de la pasarela “Gran Canaria Moda Cálida”, le visten con luces de colores.
En la actualidad, el edificio del Faro de Maspalomas se ha reabierto, albergando una tienda de artesanía (cerrada en estos días por el COVID), de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (FEDAC), dependiente del Cabildo de Gran Canaria y cuya función es la de fomentar y comercializar la artesanía canaria. Sus dependencias también se destinan puntualmente a usos culturales, como la pasarela de moda que se celebró en 2008.
Así que, como pueden ver, el “Faro de Maspalomas” no solo es un Monumento Histórico, declarado Bien de Interés Cultural en el 2005, por el Gobierno de Canarias, sino que alberga una tienda de artesanía, hay un proyecto museográfico para convertirlo en un Centro de Interpretación Etnográfica, se usa puntualmente para actos culturales, y además sigue cumpliendo con su función principal: ser la luz que guía en la oscuridad.
Muchas gracias Quina