Es domingo, y os traemos a esta sección “faros macabros” el cuarto relato de nuestro amigo Fran Sanabre. ¿Hacia dónde nos dirigirá en esta ocasión? Os avanzamos que nos lleva a New London Ledge light en Connecticut, Estados Unidos.
New London
Con la que llevaba encima no le hacía falta tempestad, él solito se las apañaba para que cada recodo de su corto camino desde la cocina hasta la habitación fuera un naufragio. No le importaba el faro de New London Ledge, sólo su propio destino.
A las afueras del puerto de Connecticut se erige esta siniestra obra de ingeniería, un edificio en medio del mar. Maldito, por supuesto. No son pocas las fantasmales voces desesperadas de náufragos que atormentan a los visitantes. Porque el faro se construyó a raíz de tanta muerte, como muchos otros. Y es que un faro es eso; una luz en la más profunda oscuridad. Pero volvamos al farero ebrio. Dicen que se llamaba Ernie. Y no hay registro de él. Al menos yo no lo he encontrado.
Ernie cuidó del faro entre los maravillosos años 20 y los años 30 del siglo pasado. Siento no ser más exacto. Un farero sin tragedia no es un farero: Su esposa se fugó con otro. Por supuesto, Ernie enloqueció. Subió a la torre y se lanzó al vacío. Así que ahora tenemos el fantasma de un farero loco y despechado. Yo ahí no duermo si no es borracho junto a mi amigo el fantasma del farero. Que se desahogue conmigo, que sé escuchar. Por suerte estoy borracho. Además, el cabrón te llama por las noches.
Me cuenta la historia de mil naufragios, de voces de niños y jóvenes doncellas que estarán atrapados en New London Ledge para siempre. Y son muchos. Escucho interesado. Parece que mi actitud despreocupada le molesta. ¡Fantasmas a mí! Ya vengo de vuelta. Así que dejé naufragar a Ernie en su embriaguez, pues seguía ahogando las penas en alcohol aun después de muerto. No puedo juzgarlo, probablemente me pasaría lo mismo por ella. Siempre un amor, siempre un corazón roto. Siempre una mujer.
¿Y yo? Me fui del faro de New London Ledge con pena por mi nuevo amigo el fantasma, nadie merece que lo engañen. Pobre, brindaré por él. Por suerte no tiene necesidad de atraparte en su eterna noche, sólo la quiere a ella.
No todos los espíritus son malvados. No todos buscan compañía a toda costa, como Raymond. No todos buscan a su hijo, como Rue. No todos tocan el piano. Algunos sólo quieren ese amor especial. El amor de ella.