Siempre quise ser farero. Fumar en pipa, conocer mil historias de fornidos marineros, exploradores y aventureros. Ver atardecer todas las tardes, ver amanecer todas las mañanas… Sí, siempre quise ser farero, con una gorra de capitán. ¡Aunque no lo fuera! Así reza la presentación de un álbum de fotografías que tengo en mi perfil de Facebook en el que voy escondiendo la mayoría de faros que visito. En moto. Hay algunos repetidos pero ya acumulo más de 250 fotografías. ¡Quién lo diría! La verdad es que yo no lo sabía, pero ya me encantaban los faros desde hace mucho. Tal vez por la similitud y diferencia que hay entre ellos; quizás por el hermoso paisaje en el que se encuentran todos; puede que por su significado solidario, de ayuda y protección o simplemente porque me gustan y sobre los gustos no se debiera buscar razones. La cosa es que en una ocasión alguien preguntaba acerca del majestuoso faro de Cordouan y recordé que yo lo había fotografiado (de lejos) en una ocasión. Me puse a buscar y fue cuando me di cuenta de la cantidad de faros que ya había visitado así que, desde entonces, sigo haciendo lo mismo pero, conscientemente. Y así es como han llegado hasta mi escondite casi todos los faros españoles, muchísimos faros franceses, alguno sueco o noruego y británicos también, claro; faros italianos, griegos, turcos, ucranianos y rusos. Marroquís, senegaleses, faros islandeses, faros japoneses, alguno patagónico… sí, me estoy dando cuenta de que tiene que ser verdad, siempre quise ser farero. Aunque, como te decía, no lo supiera.
Esta es la carta de presentación de McBauman. ¡Indescriptible! Os dejamos con sus fotografías y vosotros decidís si hemos exagerado o no.
Empezamos por el de Enoshima, en Japón. Lo había visto mil veces en las típicas selecciones de fotografías de faros del mundo y nunca pensé que alguna vez fuera a llegar hasta allí. Faro curiosísimo, construido en metal y vidrio. Por la noche se ilumina toda la torre y va cambiando de color. En ocasiones parece más una distracción que una referencia.
El siguiente de la lista es el faro de los Exploradores, en el canal de Beagle, en Ushuaia, Tierra del Fuego, Patagonia Argentina. Es el faro más austral del planeta y por eso algunos lo llaman el faro del fin del mundo, aunque el verdadero, el de la novela de Julio Verne, estaba muy cerca pero no es éste. El momento con el león marino fue hermoso.
El faro de Reykjanes es el primer faro que se construyó en Islandia. Rodeado de fumarolas te convences de que realmente este faro no está en este mundo.
El faro de la isla de Sprongo, en Dinamarca, lo he visto un par de veces y en ambas ocasiones las he pasado canutas. A la isla se llega por un puente de diez kilómetros y se sale por otro de otros diez. En el que está más al este siempre hace un viento del demonio, tanto que a veces se prohíbe el paso a vehículos ligeros. Custodiado por un camión que intentaba quitarme el viento y no atropellarme, llegué hasta la minúscula isla, vivo, y pude hacer la foto desde el arcén.
Un año fui con Marta a Malta. En la isla de Gozo encontramos un faro que a mucha gente no le dirá mucho, pero yo le tengo mucho cariño al viejo faro maltés.
No podría faltar algún faro de la Bretaña francesa. Aunque mi preferido es Pierres Noires, el que me dejó ojiplático fue el de Bodic. Dios salve muchos años a quienes tienen el atrevimiento de diseñar cosas así. {Este faro lo dejamos para encabezar la entrada}.
No he incluido ningún faro español porque éstos merecen una entrada al blog para ellos solos.
Espero que os gusten.