«El piano» por Fran Sanabre

Contamos de nuevo con la colaboración de nuestro amigo Fran Sanabre. Hoy nos trae un nuevo relato, apasionante e intenso, pero dejemos que sea él quien nos lo descubra.

El piano

Hoy viajamos hasta el faro de Seguin Island, en Maine, donde un hombre perdió la cordura de la manera más atroz. ¿Nos vamos?

A mediados del siglo XIX, el guardián, que vivía en el faro con su esposa, decidió tener un detalle con ésta, ya que la pobre se aburría demasiado en aquel solitario paraje. Pensó cómo romper la monotonía y tuvo una idea: Comprar un piano.

¡Qué fantástica idea! Ella estaría entretenida y él disfrutaría de la música, música que rompería el silencio de la isla. Un día llegó el piano, estaban ilusionados, iban a ser muy felices con aquel fantástico instrumento.

La esposa del guardián no perdió un segundo y acomodó sus victorianas posaderas en la banqueta, eligió una partitura y comenzó a tocar. Todo era perfecto. Imagino aquella primera noche, ella tocando mientras él fumaba de su pipa en una mecedora, felices. La mujer estaba enamorada de aquella canción, así que la practicó sin descanso, y la practicó, y la practicó… La tocaba una vez, y otra vez, y otra, y otra… Comenzó a ser molesto para su esposo, que le sugirió cambiar de partitura. Ella se negó y continuó tocando lo mismo una y otra vez. Incluso aumentó la intensidad de sus sesiones. La tocaba y volvía a empezar, así durante horas, cada día, sin descanso. Tanta repetición enloqueció a su esposo.

Un día, cegado por la locura, el hombre apuntó con un hacha tanto a su esposa como al piano. Lo que sucedió después bien pudo haberlo escrito Edgar Allan Poe al más puro estilo de “El gato negro”. Sangre y astillas. Por fin silencio. Cuando el guardián del faro recuperó el sentido y supo lo que había hecho se suicidó. Hoy en día, los visitantes de la isla de Seguin dicen escuchar el tintineo de un piano.

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El aislado faro de la isla de Seguin

«Raymond» por Fran Sanabre

Volvemos a contar con la colaboración de Fran Sanabre y de su mano vamos a conocer a Raymond. Si queréis saber quién es y su relación con los faros, seguid leyendo.

Raymond

Hay un lugar en la costa de Gales donde existe un faro abandonado, el de Point of Ayr, también conocido como el faro de Talacre. Os suena, ¿verdad? Os contaré más, pero no me sigáis hasta él, por vuestro bien. Iré solo. Sólo puedo acceder a él durante la marea baja por ese camino de piedra que se ve en la foto. Con la marea alta queda rodeado de agua y no es aconsejable quedarme allí aislado. Sube la marea y es de noche, tengo que darme prisa.

Construido en 1776 y dado de baja sobre 1840 (ni un siglo duró el pobre), ha estado abandonado mucho, mucho tiempo. El último farero, del que sabemos que se llamaba Raymond, murió en el faro. Raymond murió de fuerte fiebre y se ve que su espíritu quedó aquí atrapado en una eterna guardia. Pero nuestro fantasma el farero se siente solo y busca compañía a toda costa. A toda costa…

El fantasma se pasea por la pasarela de la linterna, deja sus huellas en la arena cuando la marea está baja e incluso ha encendido el faro. Pero es su soledad lo que hace que sea peligroso. Son varios los casos de visitantes que, tras estar en el faro de Talacre, sufren de altas fiebres. ¿Será cosa de Raymond? No sé, pero yo ya me voy de aquí, por si acaso. Ha subido la marea, toca nadar en la oscuridad.

Ya he dejado atrás el faro y siento que me quedan cosas por contar, que apenas os he hablado de este fantasma ni del viejo faro abandonado. Pero me tengo que marchar, estoy empapado, me duele la cabeza y me siento muy cansado.

… Creo que tengo fiebre.