Seguimos compartiendo los recuerdos de Juan Ángel Trillo, uno de los hijos de Juan Trillo, farero en algunos de los faros del levante español. Esta es la segunda historia que nos contó sobre su infancia en un faro.
Recuerdos de la infancia
Como hijo de farero mis recuerdos son diferentes a los de otros niños de mi edad. Mis vacaciones tanto de Semana Santa como de Navidad las pasaba en compañía de mi familia en un faro, salvo que en Navidades a mi padre le tocase ir a suplir porque entonces él iba solo, ya que los faros en invierno suelen ser fríos y húmedos y quería ahorrar esa incomodidad a la familia. Así que alguna Navidad fue bastante triste sin él; sin olvidar, por supuesto, que en los meses de verano tampoco lo veíamos.
Por las mañanas, solía madrugar para acompañar a mi padre y a su ayudante a pescar. Alrededor de las 7 de la mañana salíamos los tres en un pequeño bote y regresábamos aproximadamente sobre las 11 con la comida del día o si eran muchas las capturas con la de varios días.
Por las tardes, me dedicaba principalmente a cazar conejos, aunque siendo sinceros en todo el tiempo que pasé en los faros no logré atrapar más de dos o tres piezas. Un escaso bagaje teniendo en cuenta la cantidad de meses que he pasado allí.
Otra de mis aficiones era la caza de aves con la técnica de -filat-. Una técnica está muy arraigada en las islas Baleares. Consiste en una red con forma de (dos rectángulos atada a unas cañas que se abaten una sobre otra al tirar de una cuerda y una “piqueta” con agua y el cazador lo único que tiene que hacer es cerrar la red cuando bajan los pájaro a beber). Esto se me daba un poco mejor pero tampoco mucho. [Esto solo podía hacerlo en Columbretes].
El resto del tiempo lo dedicaba a leer, bañarme, recorrer los senderos y aún me sobraba tiempo para ayudar a mi padre en las tareas del faro, por lo que aprendí todo lo relacionado con el funcionamiento de esas luces que en aquel momento no significaban nada para mí salvo unas vacaciones exclusivas.
Como curiosidad, queremos comentar que Juan Ángel, nuestro protagonista, cuando contaba con unos cuatro años, descubrió los efectos de la electricidad en su cuerpo. Resulta que: actualmente los destelladores de la balizas están en la propia baliza, pero entonces no; bueno en las de gas sí; el caso es que los destelladores de las balizas de Vinaroz estaban en nuestra vivienda que tenía una habitación que llamábamos “Sala de máquinas” donde se encontraba el grupo electrógeno y dos destelladores, que consistían en un pequeño motor eléctrico que hacía girar un disco de baquelita con muescas el borde y unas levas que cuando caían en una muesca cerraban el circuito y activaban la baliza, naturalmente esas levas estaban en tensión. Una tarde, desobedeciendo a su padre, se coló en la sala de máquinas y se le ocurrió tocar una leva con un ganchito metálico. Tras sufrir una pequeña descarga cambió su conducta y tocó el aparato con una pequeña pinza de madera, percatándose entonces de los materiales son o no conductores de electricidad. Afortunadamente para él, la corriente entonces era de 125V y el latigazo no fue muy fuerte. ¡Tan débil que repitió la gracia varias veces!
En la imagen de cabecera aparece Juan Ángel posando junto al faro de Columbretes. Es una fotografía reciente.