Entrevista a Julio Herrera, autor de «Luz de Tormenta»

Julio Herrera

Para mí los faros son más que una construcción humana, son como un eslabón perdido entre la naturaleza y una sociedad que cada vez está más inmersa en las nuevas tecnologías y se ha ido distanciando de unos valores, como el amor a lo auténtico, la belleza de las cosas simples o el respeto hacia la naturaleza. Además los faros y sus entornos ralentizan el tiempo haciéndonos apreciar un paisaje, un atardecer, una tormenta, o el misterio de una luz que se pierde en la inmensidad del mar nocturno.

Como un ejemplo de ese magnetismo que los faros experimentan hacia las personas está el «faro del Cabo Peñas» en Asturias, que es uno de los lugares con más encanto del norte peninsular.

¿Qué distingue a los faros del norte de la Península de otros?

La costa norte de la península ibérica bañada por el mar Cantábrico y el océano Atlántico está muy expuesta a los fuertes temporales que en determinadas épocas del año bajan del norte de Europa. Además es una costa muy abrupta y rocosa con altos acantilados de vértigo, lo que la convierte en una de las más peligrosas para la navegación de toda la Península, no en vano un tramo de ésta se denomina La Costa da Morte debido al altísimo número de naufragios.

Su climatología es muy cambiante, creando unas luces en su entorno variadísimas y de una gran calidad para trabajar con ellas, desde el punto de vista fotográfico. Muchas de las fotografías realizadas para este libro las tuve que hacer en muy poco tiempo ya que unos rayos crepusculares, un arcoíris o una mágica luz de tormenta apenas duran unos segundos y hay que estar preparado. A veces el trabajo de toda una semana de planificación, información y búsqueda de localizaciones tan solo da como resultado una fotografía, pero si el resultado era lo que buscaba siempre merece la pena.

Si a todo esto unimos la belleza, variedad física y el óptimo estado de conservación de gran parte del litoral norte, especialmente en tramos de la costa asturiana, algunos casi vírgenes, estamos en un entorno de un gran valor fotográfico en donde sus faros juegan un papel relevante.

De los cincuenta faros que seleccionas en el libro, ¿cuál es el más especial para ti?

Esa es una pregunta difícil de contestar, puesto que estamos hablando de casi 2.000 kilómetros de costa con faros construidos en su mayoría a lo largo de tres siglos (sin contar la Torre de Hércules que data del siglo II) y en lugares muy diferentes como cabos solitarios, islas, rodeados de bosques, a la entrada de un puerto o en la desembocadura de un ría. Además, el encanto de un faro no solo está en su arquitectura sino que a veces es más importante el lugar que lo rodea.

De todas formas, como fotógrafo, amante de la naturaleza y de sus manifestaciones más extraordinarias, uno de los que más me ha impresionado y más he fotografiado a lo largo de los años es el faro de la isla de Mouro en Cantabria, especialmente durante los fuertes temporales ya que el espectáculo que crean las enormes olas rompiendo contra este sobrio faro es simplemente impresionante. Sin embargo, podría citar muchos más como los faros de Cabo Vilán, Punta Nariga, Candieira, Cabo Ortegal o Punta Roncadoira en Galicia; faros de cabo Vidio, Peñas o Lastres en Asturias; faros: cabo Mayor y Castro Urdiales en Cantabria o los faros de Gorliz, Machichaco y cabo Higer en Euskadi. De cualquier forma los cincuenta faros que aparecen en el libro tienen un encanto especial.

¿Con las nuevas tecnologías para la navegación crees que los faros son necesarios?

Evidentemente ya no son tan imprescindibles como hace cuarenta años, aunque siguen manteniendo actividad, su función se ha convertido más en una ayuda para la navegación de cabotaje que en una necesidad vital para su seguridad. De hecho, su futuro parece algo incierto ya que el número de fareros a su cargo es cada vez menor, casi todos están ya automatizados y como me decía José Luis, farero del «faro de Cabo Peñas» en Asturias que está a punto de jubilarse, ya no se forma gente nueva para la sustitución de los fareros por lo que puede que esta sea su última generación. Esta situación los hace aún más del gusto de los románticos.

Los faros representan todas esas cualidades que el movimiento romántico del siglo XIX manifestaba: valoración de lo antiguo y tradicional frente a las nuevas modernidades, sentimiento de soledad y de individualismo, total identificación con la naturaleza, y ansia de libertad y rebeldía. Todo el mundo se siente fascinado por los faros y su entorno, a nadie le dejan indiferente.

¿Los faros son tan inspiradores?

Son muchas las películas en las que aparece la figura del faro y en algunas es el centro del argumento. Recientemente se han estrenado dos películas muy interesantes con un faro como telón de fondo: “Keepers, el misterio del faro” del director Kristoffer Nyholm estrenada en el 2019 y “El faro” de Robert Eggers estrenada a principio del año 2020.

Los faros no son unas construcciones. Hay una pequeña cita de Manuel Rivas al inicio del libro en donde dice: …no hay arquitectura comparable. Los faros son seres vivos. Más que formar parte del paisaje, lo crean. Estoy completamente de acuerdo con Manuel Rivas y esta percepción sobre los faros es lo que hace que sean tan inspiradores para músicos, directores de cine, pintores o fotógrafos.

Es un elemento vivo que en la película “El faro” queda muy patente, pero también trasforma el paisaje porque no es lo mismo un cabo, una isla o un estuario con un faro que sin él.

Para mí como fotógrafo, los faros me resultan enormemente inspiradores, proporcionándole al paisaje una gran fuerza y dándole una dimensión y unas características diferentes. Además, como si fuese un ser vivo, este cambia del día a la noche, arrastrando al paisaje consigo. Cuando en la noche enciende su luz es como si despertara de un letargo y volviera a la vida.

¿Puede ser una solución a la conservación de los faros las iniciativas comerciales que han surgido en los últimos años?

Quizás una de las posibles soluciones para esa segunda vida pase por darles a los edificios otras funciones. De hecho, ya se está haciendo en algunos faros como es el caso del «faro de cabo Torres» en Asturias en el que hay una exposición permanente; lo mismo sucede con el de Cabo Peñas también en Asturias, Cabo Vilán en Galicia o el de Suances en Cantabria en el que está el centro de interpretación de un área natural protegida.

Además de estas soluciones, también se puede usar una parte del edificio como café o restaurante. Así sucede en el «faro del Cabo Vilán» y en el de «Punta Cabalo» en Galicia y por último, otra alternativa quizás la más polémica es la de convertirlos en alojamientos. Quizás esta alternativa quite algo de la magia y romanticismo a estos adustos monumentos, pero ante la perspectiva de ruina podría ser una buena posibilidad. De hecho, esto es bastante usual en otros países como Noruega. En la costa cantábrica hay un ejemplo en el «faro de la isla de Pancha» en Ribadeo donde existen dos apartamentos.

De cualquier modo no podemos olvidar que no dejan de ser edificios públicos situados en lugares enormemente seductores y que atraen a mucha gente, por lo que sus posibles usos no deberían restringir el poder visitarlos a cualquier persona.

Fuera de España ¿qué faros te han impactado más?

Todo faro tiene un encanto especial y los paisajes que los rodean suelen ser auténticamente espectaculares. Pero por citar algunos de los que más me han emocionado estarían el «faro de la Península Díaz» en el sur de Namibia. Es un faro sobrecogedor en medio de la nada, sobre una península desértica, áspera pero bella que se adentra en un mar salvaje, donde abundan leones marinos y una gran cantidad de aves.

En Islandia, el «faro de la isla de Grótta» abrazado por la aurora boreal o con las luces árticas del amanecer no tiene desperdicio. También el enorme «faro de Akranes» al oeste del país es de una belleza especial.

Otro faro que me ha transmitido grandes emociones es el de «Cabo Espartel» al atardecer. Este hermoso faro, el primero construido en Marruecos, es un símbolo de unión entre dos continentes que a la vez están cercanos y lejanos.

¿Cuál es tu próximo reto?

Actualmente estoy trabajando en varios proyectos:

Uno es un manual de fotografía sobre como fotografiar el paisaje en situaciones muy cambiantes y rápidas de luz como sucede en los amaneceres, atardeceres, tormentas, arcoíris, auroras polares, temporales marinos, rayos crepusculares, etc. Son imágenes de todo el mundo con las que quiero transmitir mis conocimientos y experiencia para no perder ese instante que a veces solo dura unos segundos y es crucial para conseguir la imagen.

Y por supuesto, sigo trabajando en varios proyectos sobre faros, siempre buscando luces especiales y momentos evocadores.

Muchas gracias, Julio.